CONOCE A LAS SOCIAS

Alicia Conejero tiene sesenta y cuatro años y está jubilada. En 2016 decidió realizar un cambio en su vida que también pasaba por la vivienda y, por eso, se hizo socia de Sostre Cívic. Hace más de un año dejó su piso de alquiler en el barrio de Gràcia y se mudó a La Balma, donde convive con una treintena socias más. Desde entonces, su salud y calidad de vida han mejorado gracias a su vida en comunidad.

CUATRO COSAS

  • Lugar favorito de casa

    La sala de cara a la galería, el espacio por el que pasa todo el mundo.
  • Recomendación cultural

    Me gusta mucho la ciencia ficción y la fantasía, y he descubierto una pequeña editorial llamada Duermevela que publica novelas de fantasía sólo escritas por mujeres o personas no binarias.
  • Tu refugio

    El Mar.
  • Lo mejor de tu barrio

    El mar es un barrio muy amplio y con mucha luz.
  • Alguna manía en casa

    Necesito el orden para mi equilibrio mental.
  • ¿Cómo conociste el modelo de vivienda cooperativa?

    Me acerqué a la vivienda cooperativa en un momento de crisis existencial. El 2015 había estado en Grecia durante la crisis de los refugiados y cuando volví lo pasé muy mal. Quería realizar un cambio y decidí cooperativizar mi vida. Empecé haciéndome de Som Energia y de Més Opcions, y un día leyendo un artículo me encontré con Sostre Cívic. Su proyecto en ese momento todavía vivía en el mundo de los sueños porque no había ningún edificio construido, pero me hice socia y tuve la suerte de que enseguida el Ayuntamiento hizo un concurso de solares. Hicimos una dinámica en octubre de 2016 para formar el grupo para cada solar y yo me puse en el de Poblenou. Conocí a muchas de las personas que hoy son mis vecinos y vecinas, y empezamos a trabajar en la concesión del solar y, después, en la construcción de La Balma.

  • ¿Cómo vivías antes de formar parte de ese proyecto?

    Llevaba años viviendo de alquiler en un piso en Gràcia. Era una afortunada porque la propietaria era una mujer que no rentabilizaba sus dos pisos. Me lo alquiló en un momento en el que yo estaba muy enferma, tuve una cirrosis y tuvieron que trasplantarme el hígado. Estuve quince años y nunca me subió el alquiler más allá del IPC anual. Algo muy poco habitual en esta ciudad.

    Alicia en su casa, en La Balma

  • Teniendo en cuenta la estabilidad que tenías, ¿te fue difícil dar el paso de dejar tu piso?

    Yo no tenía la necesidad residencial de entrar en un proyecto así, sino que tenía la necesidad emocional de vivir de otra forma. Me planteé un cambio vital y la vivienda era parte de ese cambio. Toda la vida había soñado con esa forma de vida, pero no lo veía como una realidad. Existía la opción de irme a alguna comunidad fuera de Barcelona, ​​pero yo estoy enferma y necesito un hospital cerca. Además, tengo aquí a mi hija ya mis limpias.

  • ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que vives en La Balma?

    Aunque soy una persona que tengo mucha vida interior y valoro mucho mi soledad, desde que vivo aquí estoy mucho mejor, puesto que tenemos una vida comunitaria muy llena.

    Ahora bien, esto no significa que estemos mucho tiempo todos juntos; la convivencia hace que tengas tu grupo de afinidad, pero también otras personas de hola y adiós. Por el contrario, a la hora de tomar decisiones somos todos uno: nos ponemos de acuerdo, tenemos cosas en común, hacemos comidas comunitarias, jornadas de trabajo y desarrollamos la gobernanza a través de comisiones, grupos de trabajo y una junta.

    Sala común de La Balma ©Milena Villalba

  • La Agencia de Salud Pública de Barcelona ha realizado un estudio que demuestra los efectos positivos en salud del modelo de la vivienda cooperativa. En tu proceso con tu enfermedad, vivir en La Balma ¿ha mejorado tu bienestar emocional?

    Yo tomaba mucha medicación de antidepresivos y ansiolíticos porque tengo diagnosticado un trastorno de ansiedad generalizada desde que era joven. Hace un año me di cuenta de que ya no estaba tomando ansiolíticos y decidí hablar con mi médico para ver qué le parecía si sacábamos también a los antidepresivos. Llevaba veinticinco años tomando pastillas para dormir, pero ahora que vivo en La Balma no necesito nada para dormir ni antidepresivos. Aunque hay medicamentos que no puedo dejar por mi trasplante, todo lo demás ya no los tomo y estoy encantada.

  • ¿Y a qué crees que se debe?

    Esto tiene que ver con la compañía. La Balma es un edificio que está pensado para encontrarse, por mucho que no lo busques. Cuando hablas con las madres todas te dicen lo mismo —supongo que los padres también, pero trato más con las mujeres—: que su vida es mucho más tranquila y acompañada, que los hijos e hijas no les requieren tanto tiempo cuando llegan de la escuela los niños y niñas se encuentran, meriendan juntos, van a buscarse unos a otros…

    Portal de La Balma ©Milena Villalba

    Si ellas tienen que hacer algo, saben que pueden dejar a los mayores solos en casa porque yo u otra vecina estamos al lado. A mí en el diciembre me operaron y tengo una vecina que es enfermera y no tuve que ir al CAP porque ella me hacía los cuidados.

  • Los cuidados parecen tener un papel muy importante en la vivienda cooperativa.

    Es un modelo en el que los cuidados se dan de forma muy orgánica. Sin embargo, las desigualdades de género también están presentes: las comisiones de cuidados emocionales y de convivencia siempre están muy cuestionadas y los cuidados fuera de la familia recaen en las mujeres. Yo he estado enferma y ningún hombre ha venido a preguntarme cómo estoy; mientras que sí que han venido todas las señoras del edificio. Por eso, Sostre Cívic estamos elaborando un protocolo contra las violencias machistas.

  • Formar parte de una comunidad intergeneracional como La Balma ¿para ti es una manera de afrontar una vejez mejor?

    Totalmente. Yo necesito tener muy cerca a los niños ya la gente joven; esto me alimenta y me enriquece. Me gusta rodearme de jóvenes porque te abren la mente y te hacen ser consciente de que hay varias formas de vivir, y que la tuya no es la buena, simplemente es una opción más. Escogí muy conscientemente estar en una comunidad intergeneracional, pero no sé si mi vida acabará en un proyecto de vivienda senior [dedicada exclusivamente a la tercera edad], ya que en las viviendas interedad no se habla de los cuidados a la vejez. Cuando he intentado introducir el tema, me han dicho que ya lo charlaremos y buscaremos soluciones en el momento en que ocurra algo. Éste es también uno de los aprendizajes que he extraído: tener confianza en el grupo. Yo confío totalmente en que, si ocurre algo, buscaremos la manera de arreglarlo. Todos llegaremos a viejos en cuanto espero que la solución sea colectiva y no individual.

  • Los proyectos como La Balma todavía son escasos y no son accesibles para todos a causa de la cuota de entrada. ¿Qué hacer para que sean una opción que cada vez más personas se puedan plantear?

    La única forma de garantizar una diversidad real en los proyectos de vivienda cooperativa —tanto diversidad funcional e intelectual, como mayor presencia de personas migradas— es que existan ayudas públicas para las aportaciones iniciales, que aunque están empezando a bajar, todavía son muy elevadas —en el caso de La Balma éstas oscilaron entre los 29.000 y 45.000 euros—. La gente joven, que apenas gana mil euros al mes, no puede ahorrar ese dinero. Debería haber alguna otra forma. Por ejemplo, en Alemania la aportación la pone el estado.

    Alicia en su vivienda de La Balma ©Milena Villalba

  • Al inicio de esta entrevista has dicho que cuando descubriste Sostre Cívic su proyecto "todavía vivía en el mundo de los sueños" porque no existía ningún edificio de vivienda cooperativa. Ahora que ya son una realidad, ¿cuál es el siguiente sueño?

    El sueño es que esto no se detenga. Éste es un modelo muy interesante porque está basando en la no especulación: la propiedad es colectiva, nosotros no somos propietarios, sino usuarios, y no podemos vender ni traspasar ni realquilar el piso, pero sí podemos habitarlo mientras queramos . La gente joven debe ver que existen otras formas de vivir más allá de la compra y del alquiler. Cuantas más viviendas cooperativas haya y más vivienda social se construya, más fácil será que la vivienda no sea una forma de especulación tan tremenda como lo es ahora.

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